Papá tenía muchos pasatiempos. Le encantaba dar y cuidar vida.
El patio de mi casa era mi único juguete y mejor amigo hasta que empecé preescolar. Había días que encontraba nuevos espacios, colores y recovecos. En el patio crecían: un limonero, dos ciruelos ( uno amarillo otro violeta) , el bananero ( ocupaba el 2/5 partes del patio) , un árbol de palta, una higuera y un damasquero. Vi en fotos que antes que naciera , también había una planta de tunas.
Las plantas crecían con pura libertad, papá dejada que la naturaleza fuese rústica, no le gustaba perder tiempo en podar, decía que eso hacia mal. Aunque si no era productivo no servía, y un día el damasquero ya no daba damascos buenos y lo arrancó de raíz. Eso me puso triste, papá me había armado una hamaca con una rama que daba justo la forma para atar la sillita. Una tarde pegué una voltereta en un envión y quedé atrapada, cabeza abajo, hasta que se despertaron de la siesta y me rescataron.
Además de muchas plantas, papá era aficionado a la Acuariofilia. Improvisaba peceras donde fuese posible, eran como una suerte de lagunitas artificiales que cavaba en la tierra. Un día le pedí que me regalará un pececito para poner en una pecera. Me dijo rotundamente NO, los peces no pueden nadar en un lugar muy chiquito y solos, ¿no ves que a la gente que compra uno para la casa los terminan matando? 'Le hace mal' ,¿Ves ese que nada ahí? Ése es tuyo. Sobre las paredes del acuario había unos huevos de color rosa chicle que me encantaba reventar , hasta que me retó y deje de hacerlo enfrente de él.
Antes de empezar el jardín , me levantaba todos los días y miraba por la ventana, estaba esperando el día que florecían los ciruelos. Largaban unas florcitas blancas y rosas, que si agitabas el tronco parecía que nevaba. Otros días el tronco largaba la resina color caramelo que me gustaba apretar y pegotear en los bigotes de mi perra ‘La Negra’ y cuando no había resina, compraba mielcitas en el kiosko. A veces también la mimaba, una merienda le hice chocolatada con seis litros de leche y un nesquik en un balde. Estaba chocha moviendo la cola. Mamá me vio y no me dijo nada, nunca me retaba.
Un día domingo nos levantamos temprano, papá me hizo un chocolate ( nesquik con agua caliente) y lo encontré a escondidas comiendo a cucharadas el nesquik , no sabía que se podía hacer eso. Después fuimos a regar y controlar las plantitas . Papá recicló unas latas de tomate perita tamaño familiar, que estaban todas oxidadas pero todavía quedaba el esbozo de los tomates dibujados. Había trasplantado unas plantas de frutilla, una raza muy chiquitita y sabrosa. Recorríamos las macetas fijándonos las que ya estaban listas para comer; la más rica y madura era para mí.
Antes de mis 6 años, me gustaba jugar a la selva. Envolvía cosas necesarias como un cuchillo y un pote de mendicrim en el mantel y se lo ataba a un extremo del palo. Creía en mi imaginación abandonar mi casa e irme a vivir a la selva. Hacía ensaladas de hojas para cuando ya no habría queso crema. Mi nonna a la noche , cuando me quedaba a dormir en su casa, me leía una biblia en forma de comic para niños y me enseñaba a rezar en italiano. En el libro había una escena donde fabricaban una casita. Un día se lo pedí prestado para construir la casa en la selva. Llegué solo a alisar la tierra , no sabía cómo conseguir cemento.
Después crecí, y papá me explicaba como plantar más explícitamente. Entendí que la mejor época para plantar era septiembre y que por eso florecían los ciruelos. Una vez sin pudor, tomo dos flores de la planta de zapallo, una macho y otra hembra, y las frotó. Aceleró el trabajo del viento. De esa estación crecieron más de setenta zapallos. Cada día sentías el caminar de las plantas , y como tan lentamente se apoyaban por todos lados. Se habían trepado de las bananas. Me gustaba zambullirme en el bananero, y mirar para arriba las pérgolas que habían entrelazado las plantas , los zapallos colgaban a varios metros de distancia, algunos no se pudieron llegar a comer.
La primavera del 2004 , papá tiró un puñado de semillas de zapallo por la ventana de la cocina. De esa camada crecieron pocos , pero de un color naranja muy intenso en la cáscara , que comimos con Mamá y mi hermano. Unos meses después, seguí regando las plantas yo sola. El limonero fue el que se seco primero y de apoco todas las plantas dejaron de dar frutos.